ESTADO MODERNO
Estado
El Estado es la forma de organización política más extendida
entre las comunidades humanas, y su complejidad como hecho ligado a la
dimensión social del hombre le hace susceptible de ser analizado desde
múltiples perspectivas, que incidirán en uno u otro de sus aspectos relevantes.
Así, su estudio no constituye un patrimonio exclusivo de la ciencia política,
rama del saber que se ocupa de los fenómenos de poder, sino que compete
igualmente a otras ciencias sociales, como la Historia, que lo estudia en su dimensión
de fenómeno histórico de carácter universal; la Sociología, cuyo enfoque radica
en determinar sus relaciones con la sociedad civil; la Filosofía, centrada en
la especulación acerca del concepto teórico y ético del Estado, o el Derecho,
al cual interesa en su vertiente jurídica e institucional. Se hace especial
hincapié en el análisis de la evolución históricas de la forma del Estado y las
teorías sobre el mismo, así como en la descripción de las características
fundamentales del Estado Moderno, en base al cual pervive la actual división
política mundial. Se tratará también de precisar su significado y distinguirlo
del de otros términos que, aunque a veces son apropiados para referirse a la
misma realidad a la que aludimos al hablar de Estado, no son completamente
asimilables a aquél, como Nación, País o Patria.
Resulta difícil esbozar una definición del Estado que tenga en
cuenta sus múltiples dimensiones y sea unánimemente aceptada.
Berthelémy, incidiendo en lo institucional, afirmó que era “la
nación organizada”, y Sánchez Agesta hablo del mismo como “una comunidad
organizada en un territorio definido, mediante un orden jurídico servido por un
cuerpo de funcionarios, y definido, mediante un orden garantizado por un poder
jurídico, autónomo y centralizado, que tiende a realizar el bien común, en el
ámbito de esa comunidad”. Así definido, el Estado sería un hecho sociológico
(comunidad), físico (territorio), normativo (orden jurídico), institucional
(poder autónomo y centralizado) e incluso ético, pues incorporaría un ideal de
justicia, expresado en la aspiración de servir al bien común. El Estado también
puede ser conceptuado como “aquella estructura permanente de dominación de una
sociedad, sobre la cual, y en el territorio que ocupa, ejerce su autoridad con
exclusión de cualquier otra”. Esta noción pone el énfasis en aspectos como el
de la soberanía y el de la jerarquía, plasmado en la permanencia y organización
del poder estatal, el cual se presentaría como una superestructura que se
impone a la sociedad en la que surge. En las definiciones vistas se pone de
manifiesto la existencia de una dicotomía entre estado y sociedad civil,
cuestión que ha enfrentado a los partidarios de una visión amplia de aquél,
integradora de la comunidad política y el territorio en que se asienta, y a los
que abogan por un concepto más escrito, referido únicamente al conjunto de
órganos estatales que sirven aquella comunidad. Otro debate abierto es el
sostenido por los defensores de un enfoque historicista del Estado, para los
cuales se trata de un fenómeno de carácter universal, necesario para el
desenvolvimiento de la vida en sociedad y presente desde que se sabe de la
existencia de sociedades complejas, y los que lo consideran un fenómeno
exclusivamente moderno, surgido en Europa a raíz del auge de las ideas
difundidas durante el Renacimiento y la Reforma. A continuación expondremos
brevemente las principales formas de organización política surgidas a lo largo
de la Historia, así como las aportaciones más relevantes de los teóricos, para
centrarnos con posteridad en el análisis del Estado en su formulación actual.
El Estado en la Historia y el pensamiento político
Los primeros teóricos del Estado fueron los autores clásicos,
que reflexionaron acerca del modelo político vigente en la época, la
ciudad-estado o polis, cuya concreción ideal como ente
autosuficiente traería consigo la satisfacción de las necesidades de la
comunidad. Aristóteles, en su obra Política, concibió la polis como
el resultado de desarrollar la faceta moral de la personalidad humana e intentó
distinguir la forma de gobierno típica de una familia de la propia comunidad
política. En aquella época, la identificación entre Sociedad y Estado era mayor
que la existente en nuestros días, debido a la escasa dimensión demográfica y
territorial de las ciudades-estado, que permitía una relación directa y fluida
de los ciudadanos con los asuntos de gobierno, aún más acentuada si se tiene en
cuenta que gran parte de los miembros dela colectividad no ostentaban esa condición
(esclavos, prisioneros, etc.). En la antigua Roma surgió la Res
publica, entidad política sustentada en el sistema jurídico (ius
civile) de carácter personalista, que era aplicado a todos los ciudadanos
romanos, independientemente del territorio en el que se encontraban ( no lo era
a los que no ostentaban la ciudadanía, para los cuales existía otro cuerpo
normativo, el ius gentium). El modelo romano sería asimilable a los
actuales estados plurinacionales, mientras que la polis griega
compartiría algunas de las notas esenciales del concepto moderno de nación;
tradición histórica común y unidad territorial, lingüística y cultural.
La fragmentación e inestabilidad política que caracterizó la
época medieval reveló la necesidad de contar son estructuras de poder
consolidadas. En este contexto surgió el concepto moderno de Estado, como
fuerza centralizada y capaz de permanecer en el tiempo, esbozado en el siglo XV
por teóricos como Nicolás Maquiavelo y Jean Bodin. El célebre autor de El
Príncipe indagó acerca de la requisitos que debían cumplirse para
asegurar la permanencia del Estado, objetivo que estaría por encima de
cualquier consideración de índole moral. Sus recomendaciones acerca de las
cualidades que debía reunir un gobernante ejercieron gran influencia en al
ciencia política de la época, otro de cuyos máximos representantes fue Jean
Bodin, coetáneo de Maquiavelo, afirmo la necesidad de contar con un Estado
fuerte para garantizar la paz en tiempos de crisis ( en aquélla época, Europa
era escenario de graves conflictos religiosos). En su teoría la estabilidad del
Estado depende de que la actuación del príncipe soberano, el cual es libre para
dictar las normas a su voluntad, esté en consonancia con los imperativos de la
moral y el Derecho natural. Su obra inspiro la doctrina del “derecho divino de
los reyes” y constituyo uno de los soportes teóricos fundamentales del Estado
absolutista, que se convirtió en el modelo político vigente en la época. Otro
de los filósofos representativos del absolutismo, el Británico Thomas Hobbes,
concibió el Estado como resultado de un pacto o contrato (lo denomina también
tratado de paz), en virtud del cual del cual el hombre, que es egoísta y
antisocial por naturaleza, y que tiende a satisfacer sus propios intereses aún
en perjuicio de sus semejantes, cede parte de su libertad a una entidad
superior capaz de evitar que la confrontación entre los diferentes intereses
individuales (bellum omnium contra omnes) degenere un
conflicto social. Así, el Estado aparece como un poder omnímodo que dicta el
Derecho y la moral, y se impone a la voluntad de los miembros del colectivo.
Hobbes también se ocupó del problema religioso, que vivía su momento álgido
debido al conflicto provocado por la Reforma de Lutero. Para el pensador
ingles, el poder del Estado es totalmente independiente del ejercido por las
autoridades eclesiásticas, que no reúne las características de aquél, ya que no
presenta la nota de coerción. Tan solo a través del Estado podrían llegar a
tener contenido político los actos de un cuerpo clerical. John Locke recogió la
tradición anterior y se anticipo a los teóricos del Estado liberal. En su
concepción de la política, el poder del soberano representa a la sociedad sobre
la que es ejercido, que está legitimada para despojar a aquél del mismo si lo
usa de manera contraria a los intereses de sus miembros. El Estado surgiría en
virtud de un contrato social por el que los individuos deciden no infringir los
derechos inalienables de cada uno( vida, libertad, propiedad), cuya protección
debe ser el objetivo fundamental del gobernante, y estaría estructurado en tres
poderes: legislativo, ejecutivo y federativo (alianza para la defensa).
En el siglo XVIII destaca la figura de Jean-Jacques Rousseau,
cuya principal aportación a la teoría del Estado es cu concepto de la
soberanía. Para el ginebrino, el derecho a gobernar no es algo apriorístico y
de origen divino, sino que depende de la voluntad general de los gobernados. La
soberanía deja así de residir en una persona y se traslada al conjunto de la
comunidad política: la nación que será quien legitime la acción de gobierno. El
Estado ha de ser, en su sistema, un medio de desarrollo moral de la humanidad,
y debe tener a conseguir el bien común. El pensamiento de Rousseau influyó en
la superación del modelo absolutista y fue uno de los pilares básicos del
liberalismo, doctrina política a la que también realizaron aportaciones
decisivas otros pensadores, como Montesquieu, que formuló el principio de la
separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), en virtud del cual
se conseguiría evitar el abuso en la acción de gobierno y garantizar el respeto
a los derechos de los administrados. El estallido y triunfo de la Revolución
Francesa (1789) marcó el punto con los últimos vestigios del absolutismo y
permitió llevar a la práctica los postulados teóricos de la Ilustración.
Durante el siglo XIX comenzó a manifestarse en la doctrina una
tendencia a acentuar la distinción entre el Estado y la sociedad civil,
conceptos que, en la obra de los autores antes mencionados, aparecen
íntimamente unidos. La sociedad deja de ser considerada como un conjunto de
individuos aglutinados por el Estado, y pasa a ser vista como un grupo como un
grupo formado por las interrelaciones que surgen al pretender sus miembros
satisfacer sus propias necesidades. El pensamiento político de Hegel
asume La filosofía del Derecho: para el influyente pensador alemán,
impulsor y máximo representante del idealismo, el Estado sériala plasmación
institucional de una coincidencia de voluntades entre los miembros de una
sociedad. De acuerdo con su enfoque, la libertad individual consiste en actuar
de acuerdo a una voluntad universal encaminada hacia el bien común, para lo
cual ha de seguirse una pauta de carácter moral. Esta comunión de voluntades
constituye el espíritu del pueblo, el Volksgeist, el cual Hegel identifica con
la nación, que se convertiría así en algo trascendente e idealizado, un fin en
sí mismo que, en la práctica, tendría su concreción orgánica en el Estado. Las
teorías de Hegel impregnaron la elaboración científica posterior y ejercieron
una gran influencia decisivo en el pensamiento político de la época, hasta el
punto de inspirar doctrinas como el nacionalismo, que se extendió por Europa e
impulso los cambios políticos que convulsionaron el continente durante la
última parte del siglo. Basadas en una peculiar interpretación de los
postulados idealistas, las formulaciones más radicales del nacionalismo
sirvieron de justificación teórica para la aparición de un nuevo tipo de
Estado, el totalitario, que se caracterizó por representar lo contrario a los
propugnado por el maestro Stuttgart: la total confusión entre el Estados y la
sociedad civil, que resulta absorbida por aquél hasta perder sus rasgos
distintivos. El Estado se convierte así en una entidad omnipotente que anula
los derechos individuales y modela a su antojo la colectividad sobre la que
ejerce su poder. En estos sistemas, el Estado se confunde a su vez con un
determinado movimiento político o religioso, caracterizado de ordinario por una
ideología de contenido irracional y científico.
Otras concepciones del Estado surgidas durante el XIX tomaron
como punto de partida el enfoque sociológico, muy relacionado con la
metodología del positivismo, que abogaba por despojar la ciencia políticas de
cuestiones éticas y metafísicas. Así, el fenómeno estatal es contemplado como
mero instrumento de las clases sociales, idea que comparten, entre otros
autores, Max Weber, para el cual sólo se diferencia de otras formas de gobierno
por ostentar el “monopolio legítimo de la fuerza”, o los utilitaristas
ingleses, cuyo máximo representante fue Jeremy Bentham, que concebía el Estado
como un medio artificial de conseguir la armonía entre individuos y lograr así
la estabilidad social. Su obra antecedió la de Carlos Marx, que, influía
también por el positivismo y el método dialéctico de Hegel, supuso una nueva
aportación a la teoría del Estado. En su concepción, se trata de una entidad de
carácter transitorio, surgida de la división en clases de la sociedad con el
fin de perpetuar el dominio de la clase superior, que debe ser sustituida por
una “dictadura del proletariado” y cuyo destino es desaparecer cuando las
clases hayan sido abolidas por el comunismo. La teoría marxista fue reelaborada
por sus continuadores, entre los que destacó Lenin, para el cual el Estado es
tan sólo un mecanismo de coerción utilizado por la clase dominante para
sojuzgar a la dominada. La influencia en la praxis política del siglo XX de la
doctrina marxista-leninista es incuestionable, ya que en ella se inspiraron los
regímenes comunistas de todo el mundo (en algunos casos con especificaciones
propias, como en China), cuya vigencia se mantuvo hasta la desintegración de la
Unión Soviética, en 1991. también el anarquismo, cuyo máximo valedor fue Mijail
Alexandrovich Bakunin, propugnó la eliminación del Estado. Para el teórico y
revolucionario ruso, aquél representa el principal obstáculo para la libertad
humana, por lo cual debe ser destruido y sustituido por un “federalismo
libertario” en el que la propiedad de los medios de producción sería colectiva.
La doctrina política contemporánea tiene en Hans Kelsen,
filósofo del Derecho, a uno de sus más conspicuos representantes. Su concepción
del Estado parte de una visión formalista de lo normativo, que expresó en su
obraTeoría Pura del Derecho. En ella se plantea la necesidad de
desarrollar una ciencia jurídica ajena a influencias de disciplina como la
ética o la sociología. Para ello, afirma que el fundamento de todo precepto
jurídico sólo puede hallarse en una norma primigenia, que denominó norma
hipotética fundamental. De ella provendría la validez de todo el ordenamiento,
sobre el cual descansa el poder estatal, que definió “como un orden legal
centralizado”. Así pues, el Estado no crea el Derecho, sino que éste sería una
realidad a priori. Esa norma fundamental es única y constituye
la base de todo sistema jurídico estatal; se trata, por tanto, de una norma de
Derecho internacional, sector del ordenamiento al que Kelsen concede primacía,
ya que no cabe considerar el Estado como un realidad individual, sino que sólo
adquiere sustantividad por su interacción con otras entidades estatales.
Durante el presente siglo, el debate acerca de la institución que nos ocupa se
ha centrado en su nivel de interferencia en el desenvolvimiento de la vida
social. Los partidos del liberalismo radical afirman que el progreso va ligado
al intercambio libre y espontáneo entre los miembros de la sociedad, por lo
cual el Estado debe limitar al mínimo su actuación. El representante más
ilustre de esta corriente de pasatiempo fue el economista y jurista austriaco
Friedrich Von Hayek, miembro de la Escuela de Viena, que defendió la economía
de mercado y rechazo toda intervención correctora del poder gubernamental,
cuestionado incluso principios de actuación pública comúnmente aceptado, como
el de la progresividad fiscal. La principal crítica a este concepción
exacerbada del liberalismo ha venido desde sectores afines a la social
democracia, que, en una lectura moderada del pensamiento marxista, cuya esencia
intenta hacer compatible con valores como el respeto a la libertad individual y
la iniciativa privada, propugnan un Estado de corte intervensionista, que
garantice mediante su actuación los derechos de los administradores. Para ello,
es necesario que facilite servicios básicos como la sanidad, la educación o las
prestaciones a las clases pasivas, lo cual hacer aumentar su volumen y
complejidad orgánica, y obliga a los ciudadanos a realizar un mayor esfuerzo
para su sostenimiento. No obstante, los valores, los modernos estados liberal e
intervensionista, herederos de la tradición ilustrada y arraigados en el mundo
actual, comparten una serie de rasgos característicos que les confieren su
singularidad frente al modelo que plantearon los teóricos del XVIII: asunción
de los principios democráticos (participación ciudadana, sometimiento a una
norma básica o constitución, protección de los derechos individuales de las
minorías, etc.), intervención de agentes intermedio entre el Estado y la
sociedad (partidos políticos, sindicatos, organizaciones profesionales, entre
otras), y tendencias a la asociación con otras entidades estatales, lo cual da
lugar a la formación de instituciones supranacionales a las que sus miembros
ceden parte de su soberanía. A continuación se examinaran más a fondo los
rasgos característicos del Estado moderno: principios fundamentales, sistemas
de organización política, relaciones con las entidades inferiores, formas de
constitución, transformación y extinción, y relaciones con otros Estados.
El Estado Moderno
El término proviene de la voz latina status, que
significa “condición”, “poder” u “oficio”, y era utilizada para referirse a las
facultades del gobernante (potestad, dignidad, ingresos, etc.). A finales del
siglo XIV comenzó a emplearse con carácter general para hacer referencia al
conjunto del cuerpo político, lo cual avala la tesis de quienes sostienen que
le Estado es una realidad política moderna con características específicas,
surgida en Europa como consecuencia del Renacimiento y la Reforma, y elaborada
teóricamente por los teóricos de la época. El Estado así entendido se
desarrolló en paralelo al concepto de soberanía, al cual está
íntimamente ligado, y que implica la necesidad de que el Estado sea un cuerpo
autónomo, por encima del cual no debe existir ningún poder que decida en
situaciones de necesidad: el gobernante crea su propio Derecho, sin que nadie
pueda imponerle ninguna norma. De manera complementaria a la noción de
soberanía surgió la otra idea que caracteriza el Estado moderno: la forma de
gobierno en una comunidad política debe ser decidida por sus miembros, es
decir, por el pueblo o la nación en su conjunto. La soberanía es así depositada
en el colectivo social, del cual derivan todos los poderes. Las instituciones
políticas, por tanto, tienen carácter representativo, pues reciben potestad
para cumplir la función de velar por los derechos de los individuos que forman
el cuerpo político. Todo ello convierte al Estado en un entramado institucional
que concretiza la voluntad de los miembros de la nación.
Desde el punto de vista estrictamente jurídico, dos son las
notas características del Estado democrático y constitucional, a saber, la
sujeción de los poderes públicos al ordenamiento jurídico (Estado de Derecho) y
la condición del propio Estado de creador de ese al que subordina su actuación.
Esta última nota, no obstante, debe ser objeto de algunas matizaciones: la
creciente importancia del Derecho Internacional, que, a pesar de carecer d la
imperatividad que revisten las normas nacionales, debido a la ausencia de una
sanción efectiva, está invadiendo campos hasta ahora reservados a la esfera
interna, y el auge de las organizaciones supranacionales, en las que se integran
Estados soberanos que se comprometen a aceptar el Derecho emanado de ellas.
Formas de Organización Estatal
La variedad de formas políticas existentes explica la
heterogeneidad de los modelos estatales en nuestros días. La distinción
tradicional entre monarquía y república, centrada en la condición de la persona
o grupo que ejerce la representación del Estado, ha perdido hoy gran parte de
su importancia, debido a que los monarcas, salvo contadas excepciones, carecen
en la actualidad de funciones sustantivas y están limitadas a un papel
meramente simbólico. Las diferencias
fundamentales entre ambos sistemas radican
en el carácter vitalicio y hereditario de las funciones del monarca, a
diferencia de las propias del presidente de la república ( o del órgano
colectivo que ejerce la presidencia), que están limitadas en el tiempo y le son
otorgadas mediante elección pública ( el monarca suele acceder al cargo por
sucesión, aunque a veces también lo hace por elección o plebiscito).
De mayor trascendencia es la diferencia según el grado de
participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, la elección
de los gobernantes o la remoción de los mismos. Puede hablarse así de
democracia directa, democracia representativa o aristocracia representativa.
Concepto de Estado
El Estado es la nación organizada políticamente. La sociedad que
llamamos Estados se distinguen de los demás agregados humanos como una unidad
de seres que viven y actúan en común para la satisfacción de necesidades que
son de naturaleza política, económica, religión, jurídica, etc. El Estado es la
persona moral de la Nación.
En el Estado el gobierno lo forman el conjunto de autoridades
que tienen funciones directas representativas propiamente consideradas,
encaminadas especialmente a la creación de aquellas condiciones dentro de las
cuales pueden desenvolverse los habitantes y obtener la máxima satisfacción en
sus aspiraciones.
Los elementos que son esenciales para la existencia del Estado
son:
Población: es un grupo considerable
de seres humanos.
Territorio: es un área definida
sobre la superficie de la tierra en la cual reside permanente la población.
Gobierno: es una organización
política a través de la cual la voluntad o la ley del Estado es expresada y
administrada.
Soberanía: es la supremacía del
Estado sobre todos los individuos y asociaciones dentro del él, y la
independencia jurídica del Estado de todo dominio político externo.
La nación panameña está organizada en Estado soberano e
independiente, cuya denominación es Republica de Panamá. Su gobierno es
unitario, republicano, democrático y representativo.
El Estado Panameño
Panamá es un Estado de Derecho porque la sociedad política que
se denomina Republica de Panamá es una organización que descansa sobre
principios y normas fundamentales que están por encima de toda voluntad
arbitraria y personal.
Es un Estado Democrático: el Estado panameño es democrático el
Gobierno en principio pertenece a todos los ciudadanos, porque tiene
instituciones que aseguran el ejercicio de la soberanía popular por medio de
los derechos políticos y el disfrute de la libertad por medio de los derechos
humanos. El sistema de gobierno panameño es democrático porque se basa en la
libertad y la igualdad de oportunidades para todos y porque las mayorías pueden
imponer su voluntad por medio del sufragio.
El gobierno panameño es representativo porque el pueblo no
gobierna directamente, como lo hacían los griegos en la ágora ateniense, sino
por medio de su representantes.
Panamá es un Estado Soberano e Independiente:
Panamá es una persona jurídica y sujeta de Derecho
Internacional. Como Estado soberano tiene autoridad legal completa sobre todos
los individuos y asociaciones que integran su población y puede ejercer
libremente su derecho a contratar y obligarse en sus relaciones con los demás
Estados sin ser sometida a ninguna potestad exterior. El Estado independiente
puede determinar por si mismo, libremente sin la ingerencia de poder extraño,
su acción interna y externa. El Estado soberano es independiente.
Panamá es un Estado independiente porque tiene la capacidad
requerida para alterar en pie de igualdad con los demás Estados de la comunidad
internacional y para ejercer sin lugar a dudas los derechos inherentes a su
calidad de Estado soberano que le permiten ejercer su autoridad sobre todas las
personas y entidades que se encuentre en su territorio, así como determinar su
política sin sujeción a otro poder o voluntad superior, tanto en lo inferior
como en sus relaciones internacionales.
Conclusión
Los elemento que forman el Estado son básicos y fundamentales:
población, territorio, gobierno, soberanía siendo esta la supremacía del Estado
sobre los individuos y asociados dentro de él la independencia jurídica de todo
dominio político externo. La ausencia de estos elementos destruye la
complementación definitiva del Estado.
Finalmente se da en la unidad geográfica dividida y coordinada
de un modo complejo y detallado para fines comunes de un pueblo donde surgen
medidas y normas a seguir para un bien común siendo el Estado quien tiene el
fin de organizar el derecho con miras a la promoción y mantenimiento de la
justicia social en conservación de su integridad y las de sus miembros propios.
Recomendaciones
Siendo tan complejo y significativo el trabajo sobre Estado y a su
vez el estudio realizado, decimos que es razonable la integración como su
importancia e incorporación a nuestras bases como estudiantes de la Lic. De
Derecho y Ciencias Políticas ya que nos orienta con un fin común y compresión
debida.
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