E L C O N G R E S O N A C I O N A L D E I N S T R U C C I Ó N P Ú B L I C A D E 1 8 8 9.
Durante el siglo diecinueve el Estado
liberal mexicano, encabezado por Porfirio Díaz,
estuvo impregnado de un ambiente
modernizador, como parte de ese proceso de
construcción nacional y progreso, la
educación no fue la excepción, y fue parte
fundamental del proyecto modernizador
porfirista. Ello hizo necesario replantear la función
del Estado en materia educativa; así, se
buscó adecuar la educación a las nuevas
necesidades y encaminarla hacia fines
nacionalistas.
El país intentaba definirse como una
nación moderna dentro del contexto mundial
del capitalismo, para ello, se utilizó la
educación como el factor central de
unidad. La instrucción era el medio para combatir el analfabetismo y para
formar hombres leales al Estado, por lo que se hizo necesario que el proyecto
educativo nacional del porfiriato ordenara y unificara las distintas propuestas
hechas por teóricos, pedagogos, hombres de estado, profesores y juristas.
Es en este contexto que se hizo necesaria
la convocatoria de una reunión especial, el Congreso Nacional de Instrucción
Pública (CNIP) de 1889-1890, éste fue el foro adecuado para discutir los
aspectos educativos. En dicho evento se diagnosticó la situación de la
educación y se definieron los lineamientos y las políticas que tenían que
seguirse en materia educativa durante el porfiriato. Se calificó la realidad
educativa, cuyo rasgo distintivo era la desorganización, pues no existía homogeneidad
en leyes, reglamentos, sistemas escolarizados, métodos y programas.
En síntesis, no había acuerdos precisos en materia educativa.
Prueba de ello era que en cada estado del
país se establecían los parámetros que
se creían adecuados para la enseñanza.
Además que la diversificación y la competencia de las distintas instituciones
de enseñanza fue constante, así encontramos que Los establecimientos de
beneficencia sostienen escuelas que están sometidas á la Secretaría de
Gobernación; la Escuela Militar está sujeta
a la de Guerra; la de Minas y Agricultura
pertenece al Ministerio de Fomento; la mayor parte de las primarias corresponden al Ayuntamiento;
en los Estados sucede otro tanto con las que sostienen los gobiernos locales, y
las que están á [sic] cargo de los municipios.
Así, pues, difícilmente se pueden obtener
datos respecto de las instrucción pública en el país, y mucho ménos [sic]
imprimirle un impulso uniforme y vigoroso.
Consciente de esta situación de desorden
el Estado mexicano necesitaba organizar
las actividades educativas en una sola
dirección y trazar políticas que le permitieran consolidarse como una nación
desarrollada y progresista, en el marco
que le imponía formar parte de los países capitalistas. Así el primer paso fue
buscar la uniformidad de los sistemas educativos.
Este deseo de homogeneizar la enseñanza
se hizo tangible en 1889 con la convocatoria de todas las entidades federativas
al Primer Congreso Nacional de
Instrucción Pública. Joaquín Baranda,
ministro de instrucción pública, como representante del Estado encabezó la reunión. del Estado
encabezó la reunión.
Al
igual que en otros aspectos del país, en el ámbito educativo se hizo presente
la influencia francesa. El Congreso de Instrucción 3 se inspiró en las ideas de
Jules Ferry y en el Congreso Pedagógico que éste había organizado en Francia
en el año de 1880.
Dicho afrancesamiento se hizo patente en
el campo educativo, sobre todo referente a la organización de la instrucción,
así se leía en la prensa de la época Los franceses han entendido como nadie lo
que quiere decir educación, porque al educar le llaman elevar; que es el modo
seguro de ir salvando á los pueblos, cuando la
educacion no es nominal retórica é incompleta.
De este modo la reunión nacional surgió
para hacer frente a la situación de
desorganización que existía en el terreno
educativo, se justificaba, así, en un primer momento,
La convocatoria del Primer Congreso
pues A las dispersas actividades
educativas debía de dárseles, decía la convocatoria, “cohesión y uniformidad,
porque los esfuerzos aislados, nunca son bastante eficaces, y la acción común,
ejercida en forma análoga y por idénticos medios, conducirá infaliblemente al
éxito más lisonjero.
En casi todos los ramos de la
administración puede reconocerse fácilmente que domina un espíritu de unidad
nacional. Sólo en lo concerniente a la enseñanza oficial, no se ha llegado
todavía a esa uniformidad, y esto ocasiona y seguirá ocasionando graves
dificultades a la enseñanza en general,
y particulares y notorios perjuicios a
los profesores y alumnos.
En un segundo momento, respondía al
ejemplo de modernización y orden que se
venía gestando en el país durante el
siglo diecinueve, pues se creía que la conformación de un sistema nacional de
educación popular fortalecería la unidad conseguida ya en algunas áreas
administrativas de la nación, muestra de dicho avance y unidad lo fueron: La
legislación civil y penal, uniforme en todo el país, los códigos de Comercio y
de Mineria [sic], así como diversas leyes reglamentos
fiscales, tambien [sic] uniformes en gran
parte de los Estados, patentizan
la tendencia á llegar á una unidad nacional,
que producirá grandes
ventajas en diversos ramos de la
administración.
Sin embargo, para el rubro educativo,
no existían leyes homogéneas, ni un
orden
común para la instrucción, ya que en los
estados de la República, las disposiciones tomadas respecto a la instrucción
dependían en la mayoría de los casos de los Ayuntamientos y sus consejeros,
ello ocasionó que cada vez que se renovaba ésta institución, se modificaran
también los acuerdos para la instrucción, dificultando la continuidad y la
organización de la educación.
Para terminar con esta anarquía se
exhortó a los estados, al gobierno del Distrito
Federal y Territorios a uniformar su
legislación y sus reglamentos escolares. A nombre del ejecutivo federal, el
ministro Joaquín Baranda, convocó al
Congreso de Instrucción, invitando a los gobernadores a que nombraran a
un representante para que asistiera a la asamblea que se llevó a cabo en la capital de
la República, del 1º de diciembre de 1889 al 31 de marzo de 1890.
En el
Congreso de Instrucción se acometió discutir y resolver las cuestiones
educativas necesarias para el mejor
desarrollo del país con el objetivo central de hacer de la instrucción el
factor originario de unidad nacional así como base de toda prosperidad y de
todo engrandecimiento.
Para conseguir esto había que lograr la meta propuesta por el
Congreso; la uniformidad de la enseñanza
elemental en el país, bajo tres premisas
fundamentales: gratuidad, obligatoriedad
y laicidad.
La uniformidad se consideraba instrumento
de unidad nacional, en
cuanto a través de teorías y practicas
uniformes, se instalarían en la niñez
y juventud mexicanas los conocimientos, actitudes
y valores propios de
su identidad nacional.
Para lograr la uniformidad de la
instrucción e inculcar los nuevos valores al
ciudadano mexicano, no bastó con la
organización y la reforma de planes y programas comunes; se hacía necesaria la
formación de los maestros, ya que eran ellos los encargados de aplicar los
nuevos conocimientos y de transmitir el ideal del Estado porfiriano con su
enseñanza por todo el país. En el fondo, se trataba de igualar un discurso
nacional que justificara al Estado liberal.
Sin embargo, conseguir la unidad nacional
propuesta por el Estado tenía algunas
limitaciones como el nivel educativo
desigual en los estados, los ingresos destinados para financiar la educación,
además de la diversidad de clases que habitaban a lo largo de la República,
siendo mayoritaria la clase indígena, considerada a menudo como un obstáculo
para el progreso, calificada como la raza que tenía atrofiadas en partes sus facultades
intelectuales, á causa de haber sufrido varios siglos de ignorancia y de
abyección, lo cual limitaba un posible desarrollo.
Pese a estas barreras, la enseñanza fue
utilizada como el elemento principal para que el estado respaldara su postura
liberal y consiguiera la formación de un nuevo ciudadano bajo un solo esquema
nacionalista, todo a partir de dar mayor solidez al sistema educativo nacional
con la reunión del Congreso Nacional de Instrucción Pública.
El énfasis en la uniformidad, objeto de tantos debates y meta de las
aspiraciones del Congreso, reflejaba la
tendencia político-ideológica del
régimen. Es cierto se trataba de
uniformar, no de centralizar la educación,
pues los estados conservaban su autoridad
sobre cuestiones educativas en sus
respectivos territorios. Es más se
matizaba la uniformidad con un sinónimo:
unificación. […] la tradición cultural de
la nación y la incapacidad de los
ayuntamientos para organizar adecuadamente
la instrucción mostraban la
necesidad de establecer una “centralización”
flexible, adaptada a la
naturaleza de las vastas regiones del
país y sus distintas necesidades.
Bajo esta idea de unidad nacional, el
impulso de acciones educativas concretas y el
apoyo en la autonomía estatal se trataba
de formar la escuela nacional mexicana del porvenir, con una uniformidad en sus
distintos ciclos, característica que acabaría con las dispersas y rivalidades
nacidas de la diversidad de métodos, textos y asignaturas. El ministro urgía se realizase la federalización de la
enseñanza, porque ésta sería el factor de
unidad nacional. La primaria
laica, obligatoria y gratuita debería ser
uniforme en cuanto a la edad en
que forzosamente había de recibirse –seis
a doce años- (art.2º de la Ley de
Marzo 23 de 1888) las asignaturas por cursarse, los programas, la
duración de la misma y las sanciones para
hacer efectivo el precepto.
Con la reunión del Congreso de Instrucción, se impulsó la
uniformidad y la
consolidación de la educación, pero
además se pretendió crear un sistema
nacional de educación popular para todo el país. En palabras de los miembros
del Congreso, sería:
el mejor medio para conseguir el conveniente equilibrio entre los
componentes de la sociedad; pues siendo
uno de sus principales
caracteres el ser universal, lleva a todas
las regiones de un país los
elementos indispensables y más apropiados
para promover la cultura
general.
Así, las actividades del Congreso iban
encaminadas a la consolidación y afirmación
de un sistema popular de enseñanza, pues
con ellas se pretendió a toda costa promover la educación de las masas, con un
doble objetivo; prepararlos en el
aspecto intelectual, y formarlos en los principios de amor y respeto hacia las
instituciones liberales. Con esto no sólo se perfilaba la creación del hombre
liberal moderno, sino que además, el estado promotor de la educación,
legitimaba su poder frente a los ciudadanos.
De este modo, el Primer Congreso de Instrucción fue el foro
adecuado para
reordenar los nuevos planteamientos
educativos de fines del siglo XIX y para ello, se presentó un vasto
cuestionario que contenía los temas a discutir y a resolver, todos encaminados
a lograr acuerdos que apoyaran la modernización de la educación mexicana
fundada en la instrucción popular; pero
en la Escuela Nacional, en la instrucción homogénea, dada a todos, y en
toda la extensión de la República, al
mismo tiempo, en la misma forma, según un mismo sistema y bajo las
mismas inspiraciones patrióticas que
deban caracterizar la enseñanza oficial.
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